Escribo esta carta ante la incertidumbre de que, tal vez, de no hacerlo ahora, en un futuro no tenga a quién dirigirla. Es todo un tópico (aunque no por ello deja de ser cierto) que los jóvenes representamos el futuro y que el mañana nos pertenecerá. Estudiamos, nos formamos, nos preparamos y crecemos a todos los niveles con el objetivo de llegar a satisfacer las expectativas que en nosotros hay depositadas. Avanzamos con la vista puesta en un porvenir, tan aparentemente luminoso y radiante, que nos ciega y no nos permite ver, hasta el final de nuestro camino, que aquella meta que tanto esfuerzo nos ha llevado perseguir no es sino un espejismo, una ilusión que se desvanece dejando al descubierto la triste realidad: allí donde imaginábamos estabilidad, tan sólo hay precariedad; donde el empleo, interminables colas del paro; y donde veíamos un futuro próspero en nuestra tierra, la emigración y el desarraigo.
En mayo de 1984 las calles de León fueron testigos de la mayor manifestación que se recuerda en este viejo Reino. A mí, como a muchos de vosotros que tampoco lo vivisteis, fueron mis padres y abuelos (mucho antes del testimonio gráfico que nos ofrecen las nuevas tecnologías) quienes me relataron como aquel día más de 100.000 leoneses salieron a la calle reivindicando su derecho a una autonomía propia, defendiendo su identidad y su futuro frente a quienes no cesaban en el empeño de condenar a la Región Leonesa.
Hoy, 27 años después, seguimos siendo la única región que no ha alcanzado la autonomía y esta Comunidad Autónoma que padecemos pesa como una losa para León y su futuro. Y sin embargo las calles están vacías. ¿Qué ha cambiado entonces?
Nosotros. Estas tres décadas no han hecho que los leoneses nos olvidemos de nuestra anhelada autonomía, pero sí parece que han logrado aparcar nuestra voluntad de luchar por ella. La sociedad leonesa se ha resignado ante la suerte que le ha tocado vivir sin reparar en que las cartas estaban marcadas. Mientras las decisiones que nos afectan se toman muy lejos de nosotros, los leoneses siguen votando masivamente a los títeres del ente castellano. Del Imperio Medieval, cuna del Parlamentarismo, que un día fuimos, hemos pasado a ser auténticos parias de la España constitucional.
Pero los jóvenes tenemos mucho que decir. ¿Estamos dispuestos a ser la generación que dejó morir la identidad leonesa? La Junta castellana no escatima en medios ni esfuerzos, pero lo que no han conseguido los millones de euros dilapidados a través de la Fundación Villalar, ni sus panfletos pancastellanistas disfrazados de tebeos para los escolares, estamos camino de lograrlo nosotros con nuestra apatía. Nos hemos vuelto unos absolutos «ni-ni»: ni nos gusta lo que tenemos, ni movemos un dedo para cambiarlo. En nuestros campus seguimos esperando titulaciones como Medicina al tiempo que se anuncia la creación de una nueva universidad privada en Castilla. Leoneses y zamoranos somos los únicos con los que la Junta no ha cumplido su compromiso de un nuevo conservatorio, mientras los alumnos de todas las provincias castellanas disfrutan ya de sus nuevas (y millonarias) instalaciones. Y eso para los que aún siguen aquí. Conocidos, amigos, hermanos, y cuando no nosotros mismos, todos conocemos de primera mano la realidad de los jóvenes de la Región Leonesa, obligados a dejar ésta atrás para ganarse la vida en otros lugares. Somos una generación del siglo XXI y de la globalización. Deseamos conocer mundo y vivir experiencias fuera de nuestras fronteras y lejos de nuestros orígenes, quién sabe si definitivas, pero siempre según nuestros propios deseos y sin el dolor que supone dejar atrás una tierra cuyo progreso hace tiempo que también cogió las maletas y se fue.
La Autonomía del País Leonés no es, por tanto, una reivindicación romántica ni trasnochada y el sentimiento leonesista está muy presente en León y sus gentes. También, y muy especialmente, en su juventud. Pero ésta debe dejar atrás la pereza y los complejos para involucrarse profundamente en pos de un cambio hacia el futuro de la Región Leonesa y para volver a prender la mecha de la reivindicación. Todos nos arrancamos a corear un «castellano el que no bote» ya sea en un enfrentamiento deportivo o en un evento de cualquier otra índole. De manera espontánea, está en nosotros. Y sin embargo tantas veces olvidamos que lo que nos acerca a nuestra meta no son los botes, sino los votos.
Comprendo el desencanto de muchos de vosotros hacia la política. Sin embargo, este no es sino un motivo más para que los jóvenes nos impliquemos directamente en la defensa de nuestra Región y sus necesidades. El panorama es desolador, viendo a los dos grandes partidos que no sólo no conocen los problemas que nos acucian a los jóvenes de León, sino que a demás desprecian nuestra causa o fingen interesarse por ella cada 4 años buscando meramente un rédito electoral. Si a esto le sumamos la nube de pseudopartidos que suelen aflorar por este tiempo, los cuales no tienen otro ideario que el de seguir aferrados a la poltrona y saldar inquinas personales, la arcada es casi inevitable. Y ellos no van a cambiar.
Así que si los políticos no quieren preocuparse por nuestra realidad, entremos nosotros en la suya. Participemos de la vida política conscientes de que es la vía para llegar a ver un País Leonés próspero, y hagámoslo en torno a quienes sí comparten nuestra preocupación y nuestros objetivos. Seamos la juventud que esta tierra merece. La que despierte a toda la sociedad leonesa y le haga retomar, con ánimo renovado, su legítima reivindicación.
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